domingo, 21 de mayo de 2017

ESPÍRITU Y ALMA


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Actualmente, gracias a la gradual y oficializada desespiritualización de la PERSONA, se ha conseguido lo que se pretendía: acabar con la Metafísica en su vertiente ontológica. Y de paso, esencialmente, con dos de sus principales materias de estudio: el Espíritu y el Alma.

En general toda la Metafísica ha sido, desde hace ya más de tres centurias, sistemáticamente desnaturalizada, vilipendiada y cuasi definitivamente expulsada del pensamiento, e ideario, occidental.

Como Filosofía Primera, o Filosofía Natural, inquiere sobre la misma indemostrabilidad de la propia Realidad; sobre Dios, sobre la PERSONA y sobre el Universo, en general. Por tanto, es la Filosofía por excelencia en su búsqueda permanente de la única, e inverificable, Realidad.

El colmo del despropósito antimetafísico (y, por extensión, de la propia Filosofía) es el confundir (por ignorancia o por calculada desinformación; manipulando y tergiversando) estos dos principios, o substancias, inmateriales.

De una forma grosera, pero llana, podríamos definir el Alma como el componente base de un ser vivo y el Espíritu como la envolvente de ese mismo ser. Si reducimos y universalizamos, estos dos elementos principales, en la PERSONA (fuera aparte del soma, o cuerpo físico), tenemos el Alma como la Esencia y el Espíritu como la Fuerza Vital (o Principio Generador) de esa misma identidad, llamada PERSONA. Por ende, no es posible confundirlos; a no ser que sea por desconocimiento, o mala fe, del que lo afirmara o afirmase.

Desde la propia génesis de la humanidad, todos sus individuos se componen de Cuerpo, Alma y Espíritu. El primero empíricamente demostrable; gracias a una aparente realidad que confirma, y reafirma, la propia ciencia. Los otros dos elementos son intangibles, indemostrables, e "inexistentes", para la misma, y excluyente, ciencia contemporánea.

Prueba de todo ello la Ciencia y la Modernidad se dan la mano; la una realimenta a la otra, y viceversa. Por lo que, el resto de principios metafísicos-ontológicos, quedan marcados, proscritos y expulsados de la contemporánea experiencia humana.

Descartes, con su tesis del hombre máquina, ha triunfado trágicamente en la actual corrompida sociedad. Grave dolor, por mi parte, como otrora ferviente cartesiano.

Todas las PERSONAS somos Fuerza Vital (Espíritu), somos Esencia (Alma) y somos Materia Evolucionada (Cuerpo). Si se nos "extirpa" los dos primeros, de los tres elementos, no somos lo que deberíamos de ser. Somos otra cosa. Somos más animales que humanos, somos más máquinas que PERSONAS y somos más esclavos que pináculos en ascensión.

-Para nada hablaremos de una indemostrable inmortalidad del género humano a través, exclusivamente, de su Alma. La búsqueda de la inmortalidad es una fiel quimera, como voluntades inquietas y deseosas de una "existencia" estérilmente  eterna-

Y así nos vamos, sin pestañear, deslizándonos hacia el mundo de los ingenios electromecánicos. Como cíborgs nos encaminamos y como cíborgs, si nada lo remedia, "transcenderemos". Máquinas cuasi perfectas; como PERSONAS, desgraciadamente, incompletas. Este es el fin en el que nos vemos abocados...


Esclavos pseudoinmortales; entes en penitencia
Seres sin Alma; espíritus en letárgica condena


Porque sí a la Metafísica


En síntesis: si nos despojamos de los perniciosos prejuicios de la occidentalidad (para así poder profundizar en el verdadero, y sacrosanto, arcano de un mito, o de un símbolo arcaico) advertimos la incontestable necesidad de verificar que esta consideración entrevé una forma de consciencia de un innegable valor Cósmico  y que, efectivamente, (nos) "obliga" a colocarnos en una posición eminentemente Metafísica, y por consiguiente, más (auténticamente) humana, más intangible y más transcendente en pos de una única, e incuestionable, realidad:

Solo la realidad perdura,
Solo la realidad es verdadera,
Solo la verdad es eterna.


Santiago Peña


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domingo, 7 de mayo de 2017

LA VERDAD COMO CONCEPTO DE LA TRANSCENDENCIA

 

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La Verdad Absoluta es la única Verdad posible; siempre  que, la misma, se circunscriba en el estricto ámbito de lo transcendente. Es decir: la Verdad no puede ser “certificada” por un sujeto (ente pensante) copartícipe del hecho pretendidamente veraz. Tal supuesto suceso es un “constructo” que la invalida. Las PERSONAS somos (re)creadores de mundos ficticios i/o aparentemente “verdaderos”, por lo que "nuestra" Verdad será indubitadamente subjetiva y marcadamente poco veraz. Los seres humanos, fruto de nuestra propia naturaleza (instintiva, intuitiva, intelectiva y, sobre todo, sensitiva), somos "dueños" de medias verdades, ensoñaciones, censuras, mentiras piadosas y de perfectas falsedades. Esta “verdad” se podría catalogar como una “verdad” relativa, o subjetiva, y, por ende, aparente o falsa. No tiene porque serla pero su propio origen, posiblemente, la invalida.

En cambio, todo acontecimiento (o hecho) producido al margen (de la palabra) de la PERSONA será Verdad. Toda obra (de arte, arquitectónica, literaria,…etc.) es verdadera. La Tierra gira, invariablemente, alrededor del Sol; es un acontecimiento cósmico veraz. No hay incertidumbre y cualquier tipo de duda (científica) no es posible. Por lo que el suceso acaecido es una Verdad Absoluta y, efectivamente, transcendente.

Todo lo que transciende es verdadero. Todo aquello que surge de lo más oculto, o íntimo, es la Verdad misma al ser una emanación de la propia Realidad. Y lo mismo sucede en la PERSONA, cuando algo brota desde lo más profundo de su ser. La mismísima Filosofía es la Verdad encarnada, porque es la búsqueda permanente del Saber. El conocimiento siempre será verdadero pues es la propia Verdad. Cuando alcanzamos, desde nuestro interior más profundo, a desarrollar el Ser estamos, a su vez, transcendiendo. Por lo que la interiorización y la transcendencia son dos manifestaciones de una misma Realidad.

Todo se desdobla desde la unidad; siendo la única, y exclusiva, Realidad posible. El mundo es Verdad, la vida es Verdad y todo hecho que esté aconteciendo es Verdad. No, lo  que se cuenta sobre el mismo hecho, sino el hecho en sí mismo. Todo lo que sucede, en ese preciso momento es Verdad. Ni antes ni después. Solo el momento es Verdad. Luego, la Verdad es Eterna. No muta; no se altera; el tiempo no pasa por ella. El Todo es Verdad. El Todo es la Unidad: solo se puede dar un Todo y, éste, será la Unidad.


Lo que se dice, o se diga, puede ser falso; lo que se hace, o suceda, invariablemente, será verdadero



Santiago Peña


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