domingo, 15 de mayo de 2016

EL PASO DEL TIEMPO DESDE LA INFANCIA HASTA LA SENECTUD


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Tiempo traicionero; desde los primeros estadios, lento, pesado; pasando por una aparente estabilidad; acelerándose hacia nuestro último marasmo.

¿Por qué el paso del tiempo no es igual para un adolescente novato, que para un octogenario experimentado?

El Tiempo Cronológico (del Universo) es Único, Eterno y Constante. En cambio, el Tiempo que percibe la Humanidad es totalmente subjetivo en cada uno de nosotros. No somos máquinas proyectándonos con matemática exactitud. Somos consciencias errantes; perdidas en la desidia de la inexactitud; alimentadas de egoísmos obscenos; inconclusos homínidos... Somos Almas viajeras; ególatras; atropelladas por el desamor y abducidas por la inoperancia existencial  de la infinitud. Por lo tanto: No somos; nos dejan; quisiéremos, pero no podemos; transitamos, pero no pilotamos; sufrimos y (mal) conquistamos. Somos la Potencia, pero no somos Luz; somos la frustración y somos la obscuridad de nuestros maltrechos corazones envilecidos y somos la denostada negritud:

  • En la niñez, la Esencia Vital corre vigorosa por nuestras venas. La angelical velocidad de pensamiento, y acción, es centelleo y candor. El Tiempo (real) es pausado, ramplón y zalamero. Parece que no avance. Las tardes de aburrimiento (si no nos programamos actividades de estudio y/o de juego) están aseguradas, porque el Tiempo no "corre". Transita a espasmos. Inocente Tiempo; brumosa Luz.    
  • En la madurez de nuestro quehaceres vivenciales, el Tiempo, denota firmeza, constancia; sincronía... estabilidad. Tiempo impoluto, terco, cansino,... ¡exacto! Nuestras existencias sugieren correr paralelas al Tiempo, firme y señero.
  • En la senectud, en cambio, -¡ay, en la senectud!- desfila veloz; literalmente "corre", mientras, en nuestra esperada obsolescencia, marchamos lentamente -¡muy lentamente!- torpes; casi colisionando. Por este principal motivo, en la vejez, la lentitud de nuestros trémulos pasos (pareciendo que estemos parados) hace que "veamos" pasar el Tiempo a codazos; ráfagas de viento tormentoso, sin parar; sin tregua; sin paz, huraño y ufano. -¡El muy ingrato se permite el lujo de (parecer) esperarnos... esperarnos en una trágica carrera; con un fin anunciado!-

Desde el Comienzo hasta el Final,


Santiago Peña



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