domingo, 28 de septiembre de 2014

PARMÉNIDES Y HERÁCLITO, O COMO EL SER (ESTÁTICO) INSERTADO EN UN TODO DINÁMICO, CÍCLICO Y PERPETUO


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El llamado tiempo únicamente existe dentro del Universo “creado”. En el presente el tiempo no tiene ningún sentido, porque siempre estamos en él. Lo que piense, diga y/o haga, siempre será el presente. Solo existe el aquí y ahora. En el pasado habremos dejado de existir y en el futuro no habremos empezado a estar. Por consiguiente: nada existe fuera del presente.

La inmortalidad es una constante en el género humano y clave de nuestra evolución: progresamos porque negamos nuestra mortalidad y por ende nos proyectamos hacia la Eternidad.

El Ser, solamente, puede manifestarse por sí mismo. Nada hay fuera del Ser. Por lo que no hay otro conocimiento que el conocimiento del Ser. Pero, a la vez, toda Alma en movimiento se halla dentro del Ser. Porque Alma (ánima) es movimiento; un fluir. La forma propia de la Vida es el movimiento. Si no hubiese movimiento el proceso de la Vida sería insostenible. En tanto en cuanto, la Vida es fruto del movimiento, la Vida es Eterna como Eterno es el movimiento.

Desde la destrucción (“transformación”) brota una nueva forma a partir de la anterior. Por lo tanto: “Nada desaparece; todo se transforma”.

Negando nuestra propia desaparición nos aferramos a la Vida, es decir: a una “permanente” existencia. Creamos a través de la prolongación “artificial” de nuestro Ser. Siempre en movimiento, eternamente en una “desesperada” lucha final.


Santiago Peña


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