sábado, 11 de octubre de 2014

SOBRE LA FILOSOFÍA PERENNE


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Nuestro pensamiento ve todo lo que no ven nuestros ojos


Antes de buscar, hagámonos las siguientes preguntas para, así, poder encontrar una posible respuesta:

¿Qué es religión? ¿Qué es mitología? ¿Qué es simbología? ¿Qué es filosofía? ¿Qué es ciencia? ¿Qué es metafísica? Y ¿Qué es cosmología?

Todas tienen la misma contestación: Hallar un potencial sentido a nuestras existencias. Diferentes caminos para un mismo resultado. Y, sobre todo (fruto de nuestra individualidad), hay tantos caminos como PERSONAS en el Universo.

La mente humana se rige por un número limitado de conceptos (o cuestiones irresolubles) que son una constante en nuestro acontecer histórico: Eternidad, Dios, Vida, Muerte, Soledad, Vacío, Tiempo, Espacio, Cosmos, Alma… (Hay muchas más pero, creo que, éstas son las más significativas).

«Lo esencial es captar el verdadero sentido y convertirse uno mismo en el verdadero sentido»

Yalal ad-Din Muhammad Rumi


Solo desde un estado de plenitud podremos llegar a vislumbrar (remotamente) una posible Realidad, para nada fenomenológica pero sí trascendente. La visión del mundo deberá estar fuera de los límites del género humano.

La Realidad no existe. Somos (re)creadores de mundos aparentes y falsos.

El conocimiento acerca de la Filosofía Perenne alude a la existencia de un total vínculo de Verdades y Valores (Eternos) comunes a todas las civilizaciones, culturas y pueblos. La expresión fue usada, primeramente en el decurso de siglo XVI, por el filólogo, anticuario, bibliotecario apostólico en la sede pontificia, obispo  de Kissamos (Creta) y filósofo italiano Agostino Steuco (Gubbio, 1497 – Venecia, 1548), en su libro titulado: “De perenni philosophia libri X (1540-1542), en el que la Filosofía Escolástica (la imperante de aquel momento) era contemplada como la cúspide de la sapiencia de la cristiandad y en la que la totalidad de las restante corrientes filosóficas se asentaban, de uno u otro modo, en torno a la misma.

Con posterioridad, este mismo pensamiento, fue asumido, de forma entusiasta, por el matemático y filósofo alemán Gottfried Leibniz (Leipzig, 1 de julio de 1646 - Hannover, 14 de noviembre de 1716), quien la empleó para investir la Filosofía común, y perpetua, que se esconde en todos los cultos religiosos, y fijada, invariablemente, en su propias corrientes místicas. Esta misma expresión fue divulgada, a lo largo del pasado siglo, por el novelista y ensayista británico Aldous Huxley (26 de julio de 1894, Godalming, Surrey, Inglaterra – 22 de noviembre de 1963, Los Ángeles, California, Estados Unidos) en su libro homónimo: “La Filosofía Perenne” (publicado en 1945).

 

Acerca del término Tradición

La coexistencia de un estado inicial (representado por un contexto intelectualmente distinto, de aquel, al de los periodos siguientes) en la que la PERSONA se encontraba en correspondencia consciente con la Inteligencia Cósmica y con su Principio, y el sistema (destello mental de la fase de estabilidad y de Conocimiento) que caracterizaba esta época desaparecida, son el argumento de esta transmisión, al mismo tiempo del conjunto de leyes externas reservadas en conservar el entorno y a la humanidad en Armonía con las Leyes del Cosmos, de las que no son sino una individualización y una aplicación de las ciencias “especiales”; también, ellas, aplicaciones  de un equilibrio circunstancial de la escuela estrictamente Metafísica.

De igual forma, la preexistencia de esta, ya mencionada Filosofía Perenne, es el fundamento primigenio de la tradición (lo que se transmite), sintetizado en las obras de los pensadores del siglo XX, como el matemático, masón, metafísico, y esoterista francés René Guénon (15 de noviembre, Blois, 1886 - 7 de enero, El Cairo, 1951), el también metafísico, pintor y poeta, Frithjof Schuon (18 de junio de 1907 – 5 de mayo de 1998), al igual  que el erudito en Arte Oriental y escritor indio Ananda Coomaraswamy (Colombo, 22 de agosto de 1877 – Massachusetts, 9 de septiembre de 1947).


Antecedentes históricos

El Judaísmo (como primera-mater religión), el Cristianismo (consecuencia de la ruptura con la anterior) y el Islam (compartiendo lugar y tiempo con sus predecesoras), constituyen los fustes de los que han venido en llamarse los tres grandes cultos monoteístas. Las estrictas fidelidades de aquel período, de igual manera las variantes protestantes como la católica, se contrapusieron a la Gnosis (Conocimiento del Mundo, o Entendimiento Verdadero). Es decir, todos ellos combatieron a la causa primera de donde brota la Sapiencia del mensaje cristiano, un Saber que Jesucristo transfirió a su seguidor amado, cuando, en la última Cena, éste se reclinó sobre su pecho. Fue en aquél instante cuando, según la Tradición, recibió el don del cielo o el Conocimiento de la Salvación.


Principios esenciales

El vocablo “Philosophia Perennis” fue otorgado, como ya hemos mencionado con anterioridad, por Leibniz a un fundamento que va más allá de la sistematización y del discurso racionalista. Lo cual no es obstáculo como para que no alcancemos en señalar tres perceptibles conjeturas a las que encomendarnos:

1)  Sería, en primer lugar, la Metafísica que nos revela el manto de lo ficticio; señala la Divinidad en la Vida, en el Pensamiento y lo que se haya, verdaderamente, detrás de la apariencia material.

2)  Asimismo sería la psicología que nos redime del Alma y de nuestra cada vez más recóndita Esencia Divina.


3)  Y en conclusión, igualmente en el acto, aquella Ética que someta toda obligación a una sola, la interpretativa y conocimiento espiritual de toda sustancia y más allá de los límites del Ser.

“contenidos y prácticas trasmitidos durante siglos que mantienen abierta una vía de acceso a la verdad absoluta del hombre y la relación de este con Dios y la creación. Esta Tradición es única para toda la humanidad (Traditio perennis), y se manifiesta de forma superficialmente distinta en los diferentes pueblos y religiones, variando según el contexto, pero manteniendo siempre intacta la parte interior o esotérica que es inalterable e incomunicable (pues precisa de la propia experiencia o iniciación). La cadena se rompe con la época moderna, en la que se pierde (se esconde) la Tradición verdadera y solo persisten sucedáneos (a vistas de los no iniciados) que no remiten a ninguna realidad trascendente, pues se trata sólo de manifestaciones físicas reproducibles, y no de realidades interiores que se externalizan a través de múltiples formas, ajustándose a los límites establecidos por la misma tradición”.
René Guénon


Por lo tanto, y en consonancia con los basamentos de la Filosofía Perenne, todos los pueblos (invariablemente) de otros saberes y periodos han cursado, e inscrito, apreciaciones similares sobre la constitución de la Realidad, el Yo, la Naturaleza y el sentido, y designio, de la Existencia. Estas semejanzas se dirigen hacia unos profundos principios ecuménicos; instituyéndose en el diario pedestal de un gran número de religiones. Las desigualdades entre estas apreciaciones cardinales manan de las divergencias entre los diferentes conjuntos de Conocimientos humanos y se pueden llegar a razonar al albor de estas mismas supeditaciones culturales.


Omne quod est idem
 (Todo es lo mismo)


Entre estas apreciaciones se hallan las subsecuentes aseveraciones:

  • La PERSONA irradia la esencia de esta Realidad dual: por un lado, el cuerpo material, se encuentra subyugado a las leyes físicas del nacimiento y la muerte, el otro semblante de la existencia humana no se halla subordinado al crepúsculo o al quebranto, y es análogo a la inteligencia o al espíritu, que es el núcleo del Alma humana. En el actual occidente, esta segunda faceta, o Realidad, ha sido, repetidamente, pasada por alto o ignorada.
  • Todas las PERSONAS poseemos unas capacidades innatas, que sin embargo no son usadas y por tanto están claramente anquilosadas, para la apreciación instintiva de la estructura de la Realidad y de la Verdad Última. Este Conocimiento es el fin postrero de la humanidad, y su actuación y progreso son el sin igual plan de sus existencias. Los grandes cultos religiosos aspiran a instaurar (o restaurar) el sagrado vínculo entre el Alma y esta ulterior y más alta Realidad. Dicha Realidad, en las religiones Abrahmánicas  (Judaísmo, Cristianismo e Islamismo), es llamada Dios; Dios es el principio y fin de todo lo existente. En los cultos no-teístas, semejantes como Budismo, Jainismo y Taoísmo, lo último, o lo absoluto, está determinado de una forma algo distinta.
  • El Universo corpóreo, o de los fenómenos, no es la sublime Realidad; existe una desigual Realidad no-corpórea. El mundo de la burda materia es la sombra de una Realidad excelsa que no consigue ser alcanzada por lo sensitivo, pero el espíritu y el entendimiento humano proporcionan la prueba de ello en su más recóndita naturaleza. 


El hecho Místico, como vía directa de unión con el Cosmos

Lo Místico como lo más puro, profundo, oculto, íntimo y esotérico del Ser y fase última de perfección a través de una unión directa entre la PERSONA y el Cosmos. Estos discernimientos sistémicos se especulan que son lícitos, o íntegros, gracias a su firmeza y a las claras analogías entre ellos, empero de sus frecuentemente principios aparentemente aislados.

De acuerdo con Aldous Huxley, la Filosofía Perenne “es la metafísica que reconoce una Realidad divina sustancial al mundo material, a la vida y a las mentes; la psicología que encuentra en el alma algo similar, o incluso idéntico, a esa Realidad divina; la Ética que sitúa el objetivo final del hombre en el conocimiento de la Base inmanente y transcendente de todos los seres; lo que es inmemorial y universal. Los rudimentos de la Filosofía Perenne se pueden encontrar entre la tradición popular de pueblos primitivos en todas las regiones del mundo, y en sus formas completamente desarrolladas que han tenido su eco en cada una de las grandes religiones” ("La Filosofía Perenne", p. vii).

¿No es justo exponer a continuación de esto que hay, como así enunció Leibniz, una especie de Filosofía Eterna, perennis quoedam philosophia, que instituye el nexo necesario de la ciencia y de la religión y, en definitiva, su innegable unicidad?

"Particula in minima micat integer orbis" (“en la partícula más pequeña se encuentra el reflejo del universo entero”).
Gottfried Leibniz


Fruto concluyente que, dado el signo reduccionista y absolutista de la modernidad, estas “rivalidades” no fueron concebidas (o asimiladas) como una complementariedad -como así coexistían (y coexisten) para la comunidad tradicional- sino que se arrogó su perfecta irreconciliabilidad y por tanto la incondicional hegemonía de uno de los cabos sobre el otro. Es esta irreconciliabilidad entre los opuestos la que ha conformado el perfil exclusivo (y excluyente) de la modernidad, dirigiéndola inevitablemente, a los ideales de competitividad, control y superioridad, ideales en que, como ya hemos dicho anteriormente, lo diferente encarna un peligro, una amenaza, que debe ser implacablemente anulada.


Corolario

Nos repetimos, nos repetimos y, una vez más, nos repetimos. Seguimos sin saber nada… o muy poco de la PERSONA, de todo lo que representamos, y del COSMOS, en general.

Es preciso retornar a nuestras fuentes más primordiales. Mito y Logos son dos formas de ver el mundo (para nuestra cultura occidental) que, desde hace más de 2.500 años, se contraponen.

Parte del Conocimiento Universal -y, por qué no, de la Sabiduría- se halla disperso en múltiples rincones del mundo y, sobre todo, del Universo: verdadero receptáculo de todo lo que ha sido, es y será.

Conforme nos miremos, más, hacia nuestro interior, más nos encontraremos; conforme recuperemos las primeras enseñanzas, más cerca nos hallaremos del Verdadero Conocimiento; de la genuina Sabiduría en todo su esplendor.

Entonces, ¿qué somos? El resumen completo del Universo.

Conocemos el agua porque somos agua, conocemos el fuego porque somos fuego, conocemos el aire porque somos aire y conocemos la tierra porque somos tierra. Por lo que todo el conocimiento del mundo está en nosotros…

Seguir creyendo en nosotros... y aceptar y aceptar. El final creemos saberlo… Y el principio también…

Somos elementos tántricos esencialmente musicales. No hay nada más puro, dentro de la comunicación transcendente, que un Poema de Luz:

Simple Vibración,
Música Eterna,
Circular, perfecta,
Sublime, excelsa.

Despertad,
Despertad,
Luz imperecedera,
Alma Divina,
Alma Eterna.


Santiago Peña



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